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Para que tantas cosas, cuando se pierde lo esencial


En el mundo todo es un verdadero complique: nadie se pone de acuerdo para nada. En lo único que todo el mundo está de acuerdo es el decir que nadie se puede entender con nadie y que todo va más o menos.

Nos complicamos la vida con las cosas más sencillas de la vida, pero a lo que realmente vale la pena, le dedicamos muy poquito tiempo. Mejor dicho, nos quedamos con las arandelas, sin ver lo que realmente es importante. Como le paso a Martha, que se quedo con las cosas más superficiales del mundo, en arreglar la casa para la visita, sabiendo que la visita ya estaba ocupando un lugar en la casa y se sentía a gusto.

En la Santa liturgia puede pasar lo mismo, los ceremonieros, los celebrantes y los ministros, se dedican meticulosamente a poner en orden todos los elementos (no es que no sea importante el decoro para darle realce a la celebración del misterio de Cristo), pero muchas veces se olvidan de poner todo el empeño en el espíritu mismo de la celebración, convirtiéndose en un accesorio.

Esto pasa todos los días y con todo tipo de personas, en las diferentes profesiones y siempre existe lo accidental, en donde se encuentra el hombre. Siempre el mundo de lo superficial va a tener un realce especial en cualquier momento de la jornada. Siempre va a existir una lógica de inverso en el hombre, es decir, en vez de sacar las deducciones de lo esencias, de lo general, se va a estar en la tónica de sacarlo como consecuencia de aquellos particularismos.

Los ejemplos son abundantes en cuanto a estas contradicciones del mundo. Cuantas veces no es más importante el plato que el alimento, que es el que va a entrar en la persona; cuántas veces no se tiene más cuidado en el quedar bien peinado, que el saber cuantas cosas importantes hay en la cabeza.

Yo creo que todas estas cosas, no son más que el fruto de una falta de identidad y de originalidad. Es el fruto de una pereza interior que no permite descubrir el mundo maravilloso que hay dentro de cada persona y la potencialidad que cada uno tiene.

Es que el hombre es un ser infinito, que es llamado al infinito y a la trascendencia, por aquel, que llama y da la fuerza para la respuesta. Dios es el infinito que potencializa al hombre y lo invita a participar de la creación, convirtiéndose en un coocreador con Él.

No basta quedarnos con la levantada cuotidiana, con el trabajo de cada día, con los pequeños triunfos, con el cumplir con la ley de la vida que llevo. No basta quedar bien ante los demás por una seudo amabilidad, por una hipocresía política, que cada persona lleva dentro. Es necesario empezar a conocer la profundidad de la existencia, descubrir la voz que llama desde el vacío, y que no es escuchada, porque nuestros oídos están cerrados para la verdad, por estar ocupados en el bullicio desolador de la humanidad.




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